Eso era lo que ella imaginaba que era la felicidad. Allí todos se amaban y reinaba la paz. Al menos así lo imaginaba ella, como un cielo anticipado.
A los doce años la niña escribió sus primeros cuentos, pero no tenía con quién compartirlos, entonces doblaba en cuatro las hojas escritas y las iba escondiendo debajo de las piedras que bordeaban la huerta de su casa.
Un día su padre anunció que cambiarían de casa y de provincia, y con gran dolor ella dejó allí parte de su infancia, bajo las piedras, donde con el tiempo, la lluvia y las intemperies habría transformado en fango sus cuentos.
Este libro recoge nuevos cuentos de la autora Nilda González Monti.