La mirada de una niña que espía, a través de un cerco de ligustro, la felicidad de los otros, puede ser una visión de la existencia. La infancia como lugar de la reflexión sin duda es un punto de vista novedoso y a la vez terrible, porque devela el origen de la melancolía, ese territorio temporal que en estos relatos no asemeja en nada a un paraíso perdido, sino más bien a una época de dudas y deseos incumplidos, de soledad y a veces de verdadera claustrofobia.
Desde la niña a la mujer que camina por las calles de un pueblo mirando la noche y buscando el origen de una música callejera, los relatos que componen este libro también transitan todas las edades y todas las sensaciones del alma, algunas de ellas hasta el borde de lo ominoso.