Hijo del director de orquesta austríaco Erich Kleiber y de la estadounidense de origen esloveno Ruth Goodrich, el pequeño Carlos demostró desde muy temprana edad aptitudes innatas para la música.
Debido a las tensiones existentes entre Erich Kleiber y el régimen del III Reich (como la decisión de Paul Joseph Goebbels y del Ministerio de Cultura nazi de aplazar sine die el estreno de la ópera Lulú, de Alban Berg), el director renunció a su puesto al frente de la Ópera Alemana de Berlín y se exilió en Buenos Aires, Argentina, país que ya había visitado durante varias de sus giras por el continente americano (1926, 1927, 1928) y donde conoció a su futura esposa, la madre de sus hijos Karl y Verónica. En Argentina, Karl Kleiber se convirtió en Carlos Kleiber, nombre con el que se lo conocería desde entonces.
Carlos comenzó sus estudios musicales en Buenos Aires, aunque su padre se opuso frontalmente desde un principio a que su hijo se dedica profesionalmente a la música, en general, y a la dirección de orquesta en particular. Carlos conoció desde niño el funcionamiento de salas de ópera como el Teatro Colón y el Teatro Argentino de La Plata, regresando poco después a Suiza, donde estudió química para complacer a su padre.
En 1953, con 23 años, regresó a Europa y trabajó en el Teatro Gärtnerplatz de Múnich. Solo firmó contratos fijos con las orquestas de Potsdam, Zúrich, Stuttgart y Düsseldorf, en la Deutsche Oper am Rhein en 1966, y su nombre comenzó a disputarse entre las grandes orquestas europeas.
En 1973 su grabación de Der Freischütz de Weber fue aclamada y de 1974 a 1976 dirigió en el Festival de Bayreuth un Tristan und Isolde legendario. Lo dirigió nuevamente en 1978 en La Scala y lo llevaría al disco en 1980 en su versión con otros intérpretes con la Staatskapelle de Dresde.
Dirigió los Conciertos de Año Nuevo de 1989 y 1992 en Viena al frente la Orquesta Filarmónica de Viena (Wiener Philharmoniker). Su repertorio abarcaba 22 compositores y sus grabaciones de las sinfonías de Beethoven —especialmente las Sinfonías Quinta y Séptima—, Brahms y Schubert a menudo son consideradas «versiones definitivas».
Restringió su repertorio a obras que ensayaba incesantemente en búsqueda de la perfección. Sus grabaciones oficiales y piratas de las óperas que figuraron en su repertorio son prueba de ello: Wozzeck —que su padre estrenó en 1925—, La Boheme, La Traviata, Otello, Der Freischütz, Tristan und Isolde, Carmen, Die Fledermaus, Elektra y, en especial, Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa), de la que existen dos versiones captadas en DVD, desde la Ópera Estatal de Baviera y la Ópera Estatal de Viena.
La Ópera Estatal de Baviera y los Amigos del Teatro Nacional de Múnich honran el 80º cumpleaños del director que falleció en el año 2004 con un galardón instituido en su honor. El premio bienal de 10.000 euros en efectivo se destina a partir de 2011 a directores jóvenes.
El mito
Con el tiempo, Carlos Kleiber se convirtió en uno de los más solicitados y a la vez evasivos de los directores de orquesta de la última mitad del siglo XX. Al deceso de Herbert von Karajan le fue ofrecida la sucesión al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, pero rechazó la oferta. Nunca concedió un reportaje y cancelaba sus actuaciones a menudo. Se convirtió en una figura legendaria. Sus esporádicas apariciones en La Scala, el Covent Garden, el Metropolitan Opera, Viena, Múnich —donde prefería trabajar—, Berlín y Tokio eran ocasiones muy codiciadas por la crítica y el público.
Casado con la bailarina Stanislava Brezovar (1937-2003), tuvo dos hijos, Marko y Lilian. Al morir su esposa, la vida de Kleiber se apagó rápidamente, falleciendo meses después. Ambos están enterrados en Litija, Eslovenia.
El día 13 de julio del 2014 se celebró en su honor el Día Internacional del Director de Orquesta, coincidiendo con el 10º aniversario de su fallecimiento.
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