La mítica reunión en torno a la radio era el ritual cotidiano de la mayoría de los porteños, sin distinción de clase o edad, en las décadas del 30 y del 40. En una gran cantidad de veces era para escuchar a una mujer que poseía un humor sencillo, simple pero no por eso menos efectivo. Una demostración de su talento fue su éxito en el cine, porque no tenía una belleza deslumbrante y tampoco una voz privilegiada que le permitiera destacarse como cantante, sin embargo a pesar de no poseer ninguna de estas dos características, consideradas claves en esa época para convertirse en una gran estrella cinematográfica, igual consiguió volverse enormemente famosa.
Ella sola concebió sus innumerables y populares personajes, además de haber sido la autora de sus propios libretos. Además tuvo que enfrentarse a la censura de los gobiernos autoritarios de ese tiempo, ya fuesen elegidos de forma fraudulenta o legítima.
Es que sus caracterizaciones mostraban una imagen de Argentina que nada tenía que ver con la que circulaba por las mentes de los dirigentes, sino aquella que los auténticos artistas saben plasmar y que son verdaderos documentos de identidad de un pueblo, el de carne y hueso, con defectos y virtudes.
Su legado a los humoristas actuales se hace evidente en numerosos casos, como en las mujeres desbocadas de Antonio Gasalla, los tilingos de Carlos Perciavalle, las imitaciones de Juana Molina o Ana Acosta y las caracterizaciones de Cecilia Rosetto y Gabriela Acher, por citar a algunos.
Ella se transformó en un fenómeno de masas que tuvo su inicio en la radio y prosiguió en el teatro, el cine y en una etapa crepuscular en la televisión, hasta que el 18 de marzo de 1996, a los 92 años se apagó la vida de Marina Esther Traverso, a quien todos recordamos con el nombre de NINÍ MARSHALL.
Un duro comienzo
La creadora de Catita, Cándida, Doña Pola, y otros personajes tan entrañables como estos, casi nació con el siglo, el 1 de Junio de 1903 en el barrio de Caballito. La llamaban cariñosamente Niní.
Hija de Pedro Traverso -que falleció cuando ella tenía apenas dos meses- y María Angela Pérez fue educada en un ambiente que favorecía la creatividad artística, a tal punto que su madre quería que estudiara Filosofía y Letras, cosa poco común para las chicas de esa época. Seguramente tanto estímulo rindió sus frutos más tarde.
Casada con un ingeniero, llamado Felipe Edelman, apenas terminado el colegio secundario y a dos meses de dar a luz a su hija Ángeles, falleció su madre. Por ese mismo tiempo su marido, que era un jugador compulsivo, perdió todo el dinero y los valores. Su decisión fue terminante: separarse. "Mi catástrofe sentimental y económica" la llamó en sus memorias. Sin embargo semejante tragedia no logró inmovilizarla, sino que desplegó una singular actividad. Se convirtió en crítica de espectáculos, y empezó a firmar con el seudónimo Mitzi algunas notas de chimentos en una columna denominada "Alfilerazos" para "Sintonía", la mayor revista de espectáculos de los años 30.
No obstante fue en el programa radial "La Voz del Aire", en 1934, que empezó a trabajar seriamente su talento, como la "cancionista internacional" Ivonne D'Arcy -que todo lo imitaba y que todo lo cantaba-. Este personaje, con un rótulo cursi, le permitió modelar el oficio de la genial imitadora y descubrir los recursos que le ofrecía la radio.
Aunque el éxito de sus otros personajes y el cine hicieron olvidar a Ivonne, pero sobre todo porque había decidido cambiarse el nombre por uno "más pegador". Para ello recurrió al apodo de su infancia: el cariñoso Niní (de Marinita, Ninita), que lo complementó con el apellido Marsal, proveniente de las tres primeras letras de su nombre (Marina) y del apellido su segundo marido, Marcelo Salcedo. Tal vez por cosas del destino, o por que la prensa no lo consideró lo suficientemente glamoroso, lo modificó transformándolo en Marshall.
En esta etapa de su carrera ya compartía cartel con figuras consagradas como Marcos Kaplan, Pepe Iglesias, Tito Lusiardo y Juan Carlos Thorry.
En 1938, Manuel Romero, un famoso director cinematográfico, entendió que aquella señora que se iba haciendo popular por la radio, podía tener futuro en el cine. De este modo fue como se eligió a "Catita" para encarnar a una de las "Mujeres que trabajan", su debut cinematográfico que resultó un gran éxito de taquilla.
Una chica de barrio
"¿Sabe ande asistimo anoche? A un concierto -cuenta Catita o mejor dicho la señorita Catalina Pizzafrola-. Salió un melenudo y se puso a aporrear el piano, que yo pensaba: 'Dale nomá... ¡Cómo sevé que el piano no es tuyo! Si te agarra Jacobo Fisher...' Porque el piano tenía el monograma del dueño: Jacobo Fisher".
Cuentan sus memorias, aparecidas en 1985, que la fuente de inspiración para la composición de Catita fueron las chicas que se juntaban en la puerta de la radio a la espera de Juan Carlos Thorry, por entonces su compañero en ese medio. "Eran muchachas chismosas, encantadoras y meteretas. Decían 'voy de Fulana', vestían de mal gusto y en forma extravagante", con estola de zorro y sombrero. El nacimiento de Catita fue algo casual y anecdótico, resultó de una broma más a su compañero de trabajo. Una vez, Niní se presentó delante de Juan Carlos Thorry y le dijo: "¿No me daría un utógrafo, diga? Yo que tanto lo amiro. ¡Ande ...sea bueno, déale!" . Y es que Catita deja su ignorancia de manifiesto cuando pregunta: "¿lo qué?" y tiene actitud de 'sabelotodo'. Sin embargo, es una mujer solidaria, "no es mala" dijo Niní, "es criticona, y al criticar dice maldades"
Para elaborar a Catita recurrió a las fuentes, por eso se paseaba en colectivo, iba de compras a los mercados especialmente para encontrarse a una de esas chicas, que luego las seguía incluso hasta la casa.
Niní definió a su personaje como "la expresión cabal del quiero y no puedo". Pero aquí no todo el mundo está de acuerdo con la definición que dio Niní de su creación. Para el escritor y filósofo Abel Posadas "el quiero y no puedo" se contradice, "en realidad es quiero, puedo, hago lo que se me antoja y no le tengo miedo al ridículo".
Emilio Córdoba, dueño de la tienda "La piedad" le propuso auspiciar, en la radio, algún personaje nuevo. Ella y Thorry le presentaron a Catita. Al escucharla, Córdoba se divirtió mucho, pero se negó a dar el auspicio. "Si nosotros promocionamos a Catita, pierdo a mis clientes. ¡Son todas iguales a ella!". Finalmente su debut radial fue el 21 de mayo de 1937.
Cándida, la mucama gallega
"Hola Dolores -dice la gallega Cándida, hablando por teléfono-. ¿Sabés quién se está por morir? Paco, el relojero. Se le está acabando la cuerda. Anda medio muerto, por eso la mujer se ha puesto de medio luto. Y la que se murió fue la Firmina. ¡De un aire! ¡Qué cosa más tonta! Se hobiera muerto de un ventarrón."
En el año 1939 los Establecimientos Filmadores Argentinos contrataron a Cándida, un personaje que tuvo un nacimiento muy particular. A través de ella, Niní inmortalizó el espíritu de Francisca Pérez, la mucama de su casa; y fue con ella que ingresó al mundo del espectáculo. La imitaba de niña, de adolescente, de joven. En su casa, con sus amigos, con sus compañeros de redacción o con los primeros colegas de la radio...y después ante el micrófono. Aunque ya entonces, más que una imitación, era una caricatura.
"Chiquita y fea como era, entró en mi corazón para siempre. -contó Niní- acababa de llegar de España en busca de una casa donde le pagaran un sueldo, le diera casa, comida y los domingos libres. Había nacido en Mataluenga del Bierzo, un pueblito de la provincia de León. Pero por todas sus características, era una auténtica gallega. (...) A mamá, por ejemplo, era capaz de decirle:
- No diga burradas, señora... Osté, con sus cortos conocimientos no sabe que...
A veces le preguntaba a una visita que almorzaba en casa:
- Osté, ¿no come más?
- No, Francisca. Gracias
- ¡ Qué zonzo ! .
(...) Era inteligente para algunas cosas, pero nunca le interesó aprender a leer ni a escribir. "¿Para que voy a aprender? ¿ Para que se rían de mí?". Por insistencia de mi mamá, intenté enseñarle, pero fue inútil. No logré hacerle escribir una o, ni por redonda".
Debuta en un programa de radio de una porteña de alta sociedad llamada Josefina Cano Raverot, conocida como Pipita y que conducía el programa "El chalet de Pipita". En cierta vez, escuchó a Niní imitando a su querida y recordada mucama Francisca y le pidió que repitiera el personaje en su programa, como propaganda para la venta de diferentes productos.
Cándida representa a los inmigrantes gallegos honrados y tenaces, trabajadores, fieles, incapaces de la bajeza pero muy apegados a lo utilitario. Ellos emocionan fácilmente cuando les viene "la morriña", o sea la nostalgia por su tierra, Galicia.
Para Abel Posadas "Niní entrega con Cándida - un nombre nada casual - un homenaje filoso hacia la inmigración que, contestataria sin saberlo, nada tiene que ver con las cabezas rubias soñadas por Alberdi y Sarmiento..."
Hizo un total de 37 películas, entre ellas se destacaron especialmente, la ya nombrada "Mujeres que trabajan", "Divorcio en Montevideo", "Casamiento en Buenos Aires", "Luna de miel en Río", "Cándida", "Hay que educar a Niní", entre otras, en donde ella era la autora de la mayoría de sus diálogos.
Su talento para reproducir los rasgos del habla de diferentes sectores sociales o colectividades fue un aporte no sólo para el humor, sino también para la investigación filológica.
Pero estos valores fueron juzgados como "una deformación del idioma" que ponía en riesgo la pureza de la lengua "para el pueblo que no tiene capacidad de discernir", según enunciaron los funcionarios -de mentes muy estrechas- del golpe de Estado del 4 de junio de 1943. La misma consideración se tuvo con muchas letras de tangos por la utilización del lunfardo y modos del habla de la sociedad argentina. Todo aquello a pesar de que un interlocutor siempre ejerciera una suerte de ultracorrección en cada aparición de Catita, que dada la situación que estaba viviendo un día debió despedirse de la audiencia con un "hasta mañana, si nos dejan..."
Ya en 1950, Niní debió alejarse del país acusada de enemistad política. El gobierno de Juan Domingo Perón, si bien no la había prohibido expresamente, dio orden de rescindir sus contratos cinematográficos, medida que a los efectos prácticos funcionó como una censura. Como dijo una vez un crítico "prefirió el autoexilio a reinar censurada", entonces se dirigió rumbo a México, en donde siguió trabajando en radio y en cine, deslumbrando no sólo al público mexicano, sino también al cubano, al español y al de los barrios latinos de Nueva York. En esa época se divorció de un marido que no pudo dejar sus propios asuntos de Buenos Aires. En 1952 se casa por tercera vez con Carmelo Santiago.
Un regreso con gloria
Permaneció en México hasta 1955, año en que regresa e inmediatamente vuelve a ubicarse entre las grandes figuras, aunque su carrera, no deslumbró como antes. En esta época se destaca en teatro el gran éxito que significó "Coqueluche", con Thelma Biral.
En 1973 debutó en la temporada marplatense ?de la mano de Lino Patalano- con "...Y se nos fue redepente", un espectáculo de café concert que ha sido considerado como uno de los máximos exponentes del humor negro en la Argentina. En él, alternaban en escena todas sus creaciones con motivo del funeral de Don Pascual, el zapatero del barrio. Llegó a las 800 representaciones, un programa especial en Canal 13, junto a Carlos Perciavalle y un disco en la compañía CBS.
"Una noche en la radio" junto a Juan Carlos Thorry, la estrenó en 1977 en el Teatro San Martín. Se trataba de una nostálgica evocación de una audición radial de los años 40 en donde se presentaban sus históricos personajes. Luego de ser la figura estelar de varios programas televisivos y de una despedida escénica en 1981 con una obra que tenía el melancólico título de "¿Quién apagó la luz?", acompañada por Jorge Luz, en 1983 decidió retirarse. Dos años más tarde, recopiló sus recuerdos y experiencias en un libro: "Mis memorias". Sólo en el '88 apareció fugazmente en televisión para el ciclo de Antonio Gasalla.
A partir de ese entonces se sucedieron numerosos homenajes, como cuando fue nombrada Ciudadana Ilustre, en 1989, por el gobierno del Partido Justicialista de la Municipalidad de Buenos Aires, como una actitud que apuntaba al desagravio por la censura ejercida cuatro décadas atrás. El reconocimiento de sus pares llegó en 1992 con el Premio Podestá, otorgado por la Asociación Argentina de Actores, y en ese mismo año su productor Lino Patalano, la actriz Marilú Marini y el director Alfredo Rodríguez Arias eligieron sus textos para montar en París una obra llamada "Mortadela", que se estrenó en Buenos Aires al año siguiente. El mismo equipo creó el espectáculo "Nini", en 1995, que fue presentado en París y Buenos Aires.
El último gran homenaje se realizó, con el auspicio oficial del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, hace poco tiempo, el 25 de junio de 1997, con motivo de la presentación de un libro dedicado a la actriz y sus personajes "Niní Marshall, la máscara prodigiosa", realizado por Susana Degoy, su sobrina nieta. Su presentación fue una ceremonia presidida por el titular del gobierno de la ciudad, Fernando De la Rúa, la autora de la obra, Ángeles -la hija de Niní Marshall-, el actor Carlos Gamallo ?su nieto-, y numerosos artístas y personalidades de la cultura y la política.
Una creadora única
Hugo del Carril, Niní Marshall, Luis Sandrini, Libertad Lamarque y Tita Merello han conformado -para varias generaciones de argentinos- el epicentro del imaginario popular. De todos ellos, los más originales fueron Hugo del Carril y Niní, ya que los otros siempre representaban al mismo personaje. Pero sin duda la más genial y prolífica fue Niní Marshall.
Para los psicólogos, Niní parece presentarse como un caso evidente de doble personalidad; para los astrólogos, tiene los rasgos típicos de los geminianos; para los sociólogos, es el resultado de la aguda observación de las características de sus semejantes en distintos estratos sociales; y para los filólogos, sus personajes representan un objeto de estudio del habla de los argentinos, tal es así que del Instituto de Filología de la Facultad Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la Plata se grabaron, en una audición especialmente preparada por Niní Marshall, cuatro de sus personajes. El Instituto de Filología dejo de existir hace ya unos años y lamentablemente se desconoce el destino de esos registros.
"-¿Cómo aprendí a hablar como los inmigrantes?" -contaba Niní- "Bastaba con pasar un ratito en la ventana de casa". Porque entre 1910 y 1920 Buenos Aires era una Babel de dialectos mezclados con la lengua de la ciudad. El sainete porteño es fiel testigo de aquel momento y la garganta de Niní fue su difusora.
Su fama se cimentó en el medio radial, a la que el cine de Bayón, Herrera y Amadori le dio imagen y aumento de popularidad, sin opacar el tremendo éxito de la radio.
El país entero cayó bajo la mímesis de Niní, todo se paralizaba para escuchar su programa. Es que en aquel tiempo, la programación radial tenía una mayor repercusión y relevancia que la de hoy en día. El filósofo Abel Posadas explicó que "para toda esa gente sin libertad y sin trabajo o con empleos pésimamente remunerados, la radio ofició de puente entre la esperanza y la ilusión".
En este marco, el sociólogo Julio Mafud analizó la relevancia de la artista y su obra: "Niní aparece en un período de reacomodamiento de los distintos niveles sociales, que sería en general transitorio, y por el cual todo el mundo quería imitar a la clase inmediatamente superior, exagerándola y cayendo en lo que se conoce como pautas de "cocoliche", el inmigrante que imitaba exageradamente al criollo, y que por el proceso inverso era descubierto.
Ella ante un gran auditorio es la comunicadora entre la caricatura y el elemento cómico. Representaba un personaje por estrato social."
Los demás personajes
Vistos retrospectivamente, sus personajes hablan de la Argentina que ya no es, de los inmigrantes de principios de siglo, de los provincianos deslumbrados por la capital, de las familia oligárquicas o de nuevos ricos pretendiendo parecérseles. Exagera sus defectos, sus virtudes y sus características
Todos sus personajes fueron muy populares. Pero, sin duda alguna, los dos más celebrados y mas recordados son Catita y Cándida, los demás nunca gozaron de la popularidad de estas dos geniales creaciones, a pesar de la maestría de su composición.
Entre ellos se destacaron:
Doña Pola.
Una simpática anciana judía. Es la dueña de la tienda "Los 3 hemisferios" y que aprovecha cualquier ocasión para hacerle publicidad.
Mónica Bedoya Hueyo Picos Pardos de Unzué Crostón.
Insoportable mujer llena de modismos y costumbres aristocratizantes. Atrapada por la sociedad de consumo rechaza todo lo común. Con la "bienuda" de Barrio Norte incorpora nuevos códigos al habla argentina como "podéme" o "tarúpido" (mezcla de tarado y estúpido) y destrucción de fonemas como por ejemplo "depre" y "porsu". Es la tilinguería de las mujeres de la clase alta o las que aspiran a serlo.
Belarmina Cueio.
Chica provinciana, empleada doméstica de la Niña Jovita. Algo mentirosa, torpe y a menudo reprendida por su patrona, que en ocasiones la castiga físicamente. Las obligaciones de casa y cuidar al loro son su ocupación. De ella nos dice Niní "surgió en mi mente en los años en que estuve viviendo en el interior".
La niña Jovita y su loro Romeo.
Mantiene siempre su deseo de "casosiarse" con un caballero que enamore su corazón ingenuo de dama antigua. Niní la sacó de la observación de las amigas solteronas de su tía.
Gladys Minerva Pedantoni.
Es la alumna más estudiosa la clase. Desenfadada, vanidosa que obsequia regalos a sus maestras y es el blanco de las bromas de sus compañeros.
Doña Caterina Gambastorta de Langanuzzo.
Abuela de Catita de 90 años, y a pesar de estar hace mucho en la Argentina conserva su acento italiano.
Don Cosme.
Un italiano de voz ronca, al que abandonó pronto por consejo de su fonoaudiólogo.
Lupe.
Es una joven mexicana sufrida y enamorada de su esposo Margarito, borracho y haragán.
La Bella Loli.
Actriz de varieté pasada de moda.
Giovannina Regadiera.
Recreación de una soprano italiana.
Fruelain Frida.
Una alemana dueña de un largísimo perro salchicha.
Mingo.
El chico travieso del barrio. Es el hermano de Catita.
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