Mijail Shólojov, primer premio Nobel de Literatura soviético, a 119 años de su nacimiento
Por: Acercándonos Ediciones
Publicado: 24/05/2024



 

Nació el 24 de mayo de 1905 en Kruzhílino, Rostov del Don, a orillas del río Don en una pequeña aldea de la stanitsa Vyóshenskaya, en el seno de una familia cosaca.

Participó en la Primera Guerra Mundial y luego en la Guerra Civil Rusa. En 1917, conmovido por los eslogan y proclamas de los bolcheviques, se alista al Ejército Rojo; también trabajó como periodista y editor. Ocupó diversos cargos militares, administrativos y políticos, llegando a ser elegido diputado del Sóviet Supremo de la URSS.

Después del triunfo bolchevique, Shólojov se estableció en Moscú, donde comenzó su carrera como escritor. Ingresó en el Partido Comunista en 1932 y en 1937 fue elegido para el parlamento soviético. Shólojov acompañó en 1959 a Nikita Jruschov en su viaje a Europa occidental y Estados Unidos, y en 1961 fue elegido para el Comité Central. En sus discursos y escritos periodísticos siempre respaldó las políticas oficiales del gobierno de la época.

Para la década de los 80 se habían impreso sesenta y nueve millones de copias de sus obras en ochenta y cuatro idiomas de la Unión Soviética.

Las obras de Shólojov son el reflejo del ambiente y circunstancias históricas del lugar específico. Según los críticos, sus escritos son marcados por la contradicción entre la fidelidad a un arte realista que Shólojov llegó a dominar como pocos, madurez literaria precoz para un escritor (a los veintitrés años Shólojov publica "El Don Apacible"), con este trabajo consiguió el premio Stalin en 1941, le llevó a convertirse en el escritor más influyente de la Unión Soviética.

Sus novelas rezuman sinceridad; se puede reconstruir la historia de la cruenta Guerra Civil Rusa en "El Don Apacible" mejor que en cualquier manual de historia contemporánea.Su mejor novela a juicio de la crítica, escrita entre 1928 y 1940, relata la epopeya de los cosacos del Don, desde el inicio de la guerra hasta el triunfo bolchevique, vista a través de la historia individual del protagonista Mélejov.

"Campos roturados", escrita entre 1932 y 1960, evoca las transformaciones producidas en la agricultura soviética por las granjas colectivas (koljós). "Lucharon por su patria" exalta el heroísmo de los soldados soviéticos que libraron la Gran Guerra Patria contra el invasor nazi.

Fue galardonado con diversos premios, medallas y órdenes por el gobierno de la URSS de la época. Obtuvo reconocimiento internacional por sus logros en el campo literario, y en 1965 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura.

En la actualidad en Rusia, las generaciones de la comunidad cosaca consideran a este novelista como uno de los personajes trascendentales en la historia de su pueblo. Gracias a sus obras se preservaron valiosos detalles de la tradición y la cultura cosaca, valores y costumbres que el mismo escritor absorbió en el seno de su familia durante su infancia.

Falleció en Vioshenskaya, el 21 de febrero de 1984.



El Don apacible

Publica Shólojov "El Don apacible" entre 1928 y 1940, y resulta sorprendente que un autor de veintitrés años fuera capaz de desplegar el conocimiento de la vida y la madurez literaria que muestra ya la primera parte de esta obra. Pocos casos de novelistas tan precozmente geniales pueden mencionarse en la literatura universal. El de Thomas Mann, que publica "Los Buddenbrook" con apenas veintiséis años, tal vez sea comparable, pero la diferencia está en que así como la obra del alemán muestra después un progreso hacia el dominio absoluto de la escritura, en el caso de Shólojov el resto de su producción, que abarca obras como "Cuentos del Don" (1925), "Campos roturados" (1932, 1960) o "Lucharon por la patria" (1942), está literariamente muy por debajo de "El Don apacible".

Nacido al sur de Moscú, entre suaves colinas con bosques y campos de cereal que verdean en primavera, no es de extrañar que el Don sea un río apacible. Le falta ese vértigo de la altura que encrespa la juventud de casi todos los grandes ríos. Un embalse recoge las aguas de multitud de arroyos, y el Don surge de allí para correr sin sobresaltos un largo camino hacia el sur, y llegar, caudaloso y manso, a las tierras de esos pobladores eslavos guerreros y cantores que tomaron para sí el nombre de cosacos. La palabra es turca, y viene a decir “guerrilleros”.

Los cosacos asentados a orillas del Don fueron durante los siglos XVI y XVII prácticamente independientes, y elegían a sus atamanes en una rada o asamblea popular. Sin embargo, a partir del XVIII sus enfrentamientos con los zares los acabaron convirtiendo en una casta guerrera que sólo conservó una parte de sus privilegios a costa de un servicio de armas en el que ejercitaban su legendaria destreza como jinetes. Así se convirtieron en la fuerza militar más adecuada para reprimir los intentos revolucionarios.

Después de 1917, los cosacos del Don lucharon bravamente por reconquistar su independencia, primero desde el Gobierno Militar del Don, y después aliados con los Blancos.

En esta lucha, despiadada e interminable, se basa la epopeya narrada en "El Don apacible" . Grigori (Grishka) Mélejov vive en el caserío Tatarski a orillas del Don. Su familia, desde que el abuelo volviera de la guerra con una esposa menuda y misteriosa, es conocida como los turcos: “y desde entonces la sangre turca se mezcló con la cosaca, y se prodigaron los cosacos de nariz aguileña; de una hermosura un tanto salvaje”.

El comienzo de la obra nos describe la vida en la aldea, y los amores desgraciados de Grishka y Axinia, la mujer de su vecino Stepán Astajov, durante la ausencia de este. Este prólogo pasional de la tragedia que está a punto de estallar presenta un primer dibujo vigoroso de los personajes que serán sus protagonistas, mientras vemos nacer un amor despiadado y salvaje que se enfrentará a todas las convenciones y sobrevivirá hasta el final de la obra.

En seguida la guerra se mezcla en el destino de los hombres y las mujeres de Tatarski. Es la guerra mundial primero, que lleva a los hombres a lejanas tierras polacas o rumanas donde luchan y mueren. Grigori sobrevive para regresar condecorado a su tierra y descubrir la infidelidad de Axinia, que lo lanza en brazos de su mujer, la enamorada y dulce Natacha, uno de los personajes más entrañables de la obra. De ella tiene dos hijos.

La revolución no prende en las tierras cosacas. Grigori, que había tomado conciencia política y llegó a luchar con los Rojos en los primeros momentos, al volver a Tatarski de permiso se enfrenta a los reproches de los suyos, y termina alistándose en el ejército cosaco que organiza el Gobierno del Don. Su hermano Piotr es elegido comandante militar de la aldea. Es la guerra civil.



En poco tiempo, el frente se desmorona y los cosacos vuelven a sus casas. La opinión de Grigori en ese momento se resume en unas frases memorables: “Tú dices que todos tienen que ser iguales. Sí, con esa bonita frase los bolcheviques han engañado a los ignorantes. Han sembrado unas cuantas frases bonitas y el hombre se las traga en seguida, como el pez el anzuelo. Pero, ¿dónde está esa cacareada igualdad? Fíjate en el Ejército Rojo: ya lo has visto, sus tropas pasaron por la aldea. El jefe del pelotón calzaba botas de cuero y el simple soldado iba con los pies envueltos en harapos. ¿Has visto alguna vez a un comisario? Va cubierto de pieles de los pies a la cabeza; calzones de piel, guerrera de piel...; y en cambio, a otro la piel no le llega para hacerse un par de botas. Y piensa que por ahora no ha pasado más que un año desde que ocuparon el poder; aguarda a que se instalen y verás dónde va a parar su igualdad... (... ) ¡Es un cebo! ¡Un maldito cebo! Si el señor vale poco, la canalla que se convierte en señor es cien veces peor.” Los cosacos se sublevan y Grigori, por su talento militar, se convierte en uno de los líderes de la revuelta. La muerte de Piotr, asesinado al caer prisionero tras un combate, le convierte en un exterminador implacable de rojos.

Grigori manda una división del ejército cosaco, que para su desesperación comienza a colaborar con los Blancos. No le gusta que regresen los altivos oficiales del viejo orden. En ese momento, sublevado contra los rojos, Grigori ha asumido sin embargo los ideales de estos, y se siente traicionado por todos. Llega a acariciar incluso la idea de pasarse a los Rojos, pero hay ya un abismo de sangre entre ellos.

El ejército del Don cede terreno, y los Rojos llegan Tatarski. Con ellos va Mijaíl (Mishka) Koshevói, el muchacho del pueblo que mató a Piotr. Está enamorado de Dunia, la hermana pequeña de Grigori, y es correspondido por ella. Planean casarse, pero al poco tiempo los Rojos tienen que retirarse ante el avance de los insurrectos apoyados por los Blancos. En el campo de estos, Grigori muestra su alma rebelde gritando a un general y es degradado, pasando a mandar un escuadrón. Quiere ir a la retaguardia, pero no le dejan. En esta época, vuelve con Axinia que está otra vez en el pueblo sola. Natacha embarazada trata de abortar, desesperada, y muere.

Un nuevo avance de los Rojos trae al pueblo a Mishka que por fin se casa con Dunia, no sin resistencias de su familia. Grigori también vuelve desmovilizado al pueblo, pero sabe que va a ser procesado y huye.

El final del libro nos muestra a Grigori unido a las últimas bandas que luchan contra el poder soviético. Trata de escapar lejos con Axinia, pero esta muere y él queda sumido en la desesperación. Acaba escondido con una banda de desertores, hasta que decide volver a casa, donde abrazado a su hijo se entera de la muerte de su hijita pequeña en una escena final que no es el final de nada, pero resulta una de la páginas maestras de todas las literaturas.



Alrededor de este hilo argumental fluyen innumerables personajes, hombres y mujeres, rojos y blancos, dóciles depositarios de pasiones humanas dibujados con mano maestra, víctimas todos de un destino que asola la estepa como una tormenta implacable. Es la Historia como un vértigo lo que contemplamos. Y vemos sus raíces poderosas en el corazón humano, porque es la suya una tristísima Historia que incomprensiblemente no nos cansamos de repetir, como si no supiéramos hacer otra cosa, víctimas sin remedio del rencor, del honor y la ira.

Hay que decir, no obstante, que la complejidad y el atractivo humano del personaje principal es uno de los elementos más seductores del libro. Grigori Panteléievich Mélejov queda trazado en estas páginas como un líder cosaco de gran talento militar, faceta inspirada sin duda en un personaje histórico: Jarlampii Yermakov, uno de los primeros cosacos en sublevarse contra los comunistas en 1919. Un desesperado y difícil amor por Axinia, y un alma cosaca sedienta de libertad acaban de marcar su trayectoria, junto al amor a los suyos y la pasión por su tierra dilatada y hermosa. Su humanidad le lleva a un enfrentamiento instintivo con la casta militar del viejo régimen, pero el desengaño y el ansia de independencia de su gente le empujan a la lucha contra los Rojos. Sacudida como el hierro en la fragua, esta alma noble recorre un largo sendero de tormento y de lucha, de éxtasis y sombras, que deja en el lector una huella indeleble.

El mayor elogio que podemos hacer al Shólojov de "El Don apacible" es reconocer lo que sus críticos del momento enunciaron como un reproche: es un hombre sin partido. Al contrario que en sus otras obras, tiene la desfachatez de decírnoslo todo, lo que encaja en los esquemas, y lo que no encaja, para que seamos nosotros, en todo caso, los que juzguemos.

Arte realista sin duda. El espejo se pasea en este caso sobre una estepa atravesada por un río poderoso. Es un espejo pulido y brillante, y descubrimos a cada paso detalles mínimos de una vida sorprendente. La estepa y el Don, el ciclo interminable de las plantas y la nieve, metamorfosis inquietantes y gozosas, son la primera referencia en cada capítulo. Son también el bálsamo amable de todos los desastres. Y cuando todo se pierde, en el final violento, la vida de la estepa tiene también el poder de una elegía piadosa y consoladora. El final del libro quinto, después de narrar cómo los fusilamientos llevan a los hombres a pudrirse en una fosa “bajo la misa lúgubre de los cañones”, termina en este párrafo: “Al cabo de algún tiempo, (...) bajo una prominencia del terreno y una vieja y despeinada mata de ajenjo, la avutarda puso en el nido nueve huevos jaspeados, color azul turquí ahumado, y empezó a empollarlos calentándolos con la tibieza de su cuerpo y defendiéndolos con el ala de brillante plumaje”.

Son muchas las ocasiones leyendo "El Don apacible" en que nos sacude ese estremecimiento que parece desterrado hoy de la literatura, pero que era para Robert Graves la piedra de toque que marca la poesía. Es sorprendente que en una obra tan recurrente y dilatada siempre acuda un destello de poesía a sellar todas las heridas, como si poesía e Historia necesitaran entrelazarse para que todo el dolor y toda la tragedia fueran soportables.

En vano se buscan las obras de Shólojov por las mesas de novedades de las librerías. En estos momentos parece que lo único que interesa promocionar de la mucha y buena literatura que se produjo en la Unión Soviética son los escritos de los condenados y los perseguidos. Es esta una imagen monocolor, deformada, y muy característica de cómo el mercado se manipula al servicio de la ideología en el poder. Sin embargo, esta ausencia puede ser provechosa si nos empuja hacia ese territorio ubérrimo de caza y descubrimiento que son las librerías tradicionales. En ellas es fácil encontrar viejas ediciones de las obras de Shólojov.

Al cumplirse los 100 años de la revolución rusa nuestro sello editorial, ha editado rescatando la figura de este gran literato la novela El destino de un Hombre.



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