Agustín Farabundo Martí nació en Teotepeque, El Salvador, el 5 de mayo de 1893. Creció en medio de las faenas agrícolas. Se recibe de bachiller en 1913, e ingresa a la Universidad Nacional en la carrera de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. Aunque posteriormente abandonó la universidad para dedicarse a la lucha revolucionaria, se formó con la literatura política de la época.
Farabundo vivió una época extraordinariamente agitada, que inició unos años antes de su nacimiento, cuando las comunidades indígenas y campesinas fueron despojadas de sus tierras por la naciente oligarquía cafetalera, con las leyes de 1881 y 1882.
Sus primeras acciones políticas lo ubican trabajando contra el régimen oligárquico de las familias Meléndez-Quiñónez, dinastía que gobernará El Salvador por cruentos 14 años. Entre 1918 y 1924 se crearon organizaciones de obreros industriales y agrícolas y se fortalecieron los gremios de zapateros, albañiles, barberos y otros. Farabundo participó en ese proceso organizativo. Además, hizo suyas las luchas de otros pueblos: fue miembro de la Liga Antiimperialista de Las Américas, del Socorro Rojo Internacional y del Partido Comunista Mexicano. Fue fundador del Partido Comunista Centroamericano y combatió junto a Sandino en la guerra de liberación de Nicaragua contra la invasión de Estados Unidos.
Por organizar un acto en apoyo a la Asociación de Estudiantes Unionistas, grupo guatemalteco que exigía el fin de la dictadura de Estrada Cabrera en ese país, es encarcelado. En 1920 es deportado a Guatemala. En 1925, un grupo de estudiantes funda en Guatemala el Partido Comunista Centroamericano y ocupa el cargo de secretario del exterior. Fue deportado a El Salvador, y de allí a Nicaragua. A los pocos días regresa clandestinamente a El Salvador para organizar a los obreros. Farabundo conocido bajo el pseudónimo de "El Negro", se integró en 1928 a las fuerzas de Sandino. En 1930 regresó a El Salvador y fundó el Partido Comunista Salvadoreño que se puso a la cabeza de los trabajadores descontentos con el régimen y sus condiciones de vida.
En 1931, Arturo Araujo ganó las elecciones con el apoyo de sindicatos e intelectuales. Diez meses bastaron para que colapsara su gobierno que mataba de hambre a los trabajadores y tampoco quedaba bien con la burguesía. Un golpe de Estado en 1931 convirtió a Maximiliano Hernández Martínez (vicepresidente) en presidente. Los comicios fraudulentos fueron determinantes para la movilización del pueblo que suspendió las votaciones en varias zonas. Se sucedieron combates en todo el país. El 31 de enero de 1932, Martí junto con los líderes estudiantiles Alonso Luna y Mario Zapata fueron condenados a muerte. El saldo de 1932 varía entre 10 mil y 30 mil muertos.
En Guatemala la dictadura de Estrada Cabrera, quien gobernó 22 años, estaba siendo derrotada a través de la lucha del pueblo y dirigida por el Partido Unionista Guatemalteco. La Asociación de Estudiantes Unionistas fue apoyada directamente por Farabundo Martí en un acto que le costó la prisión en Zacatecoluca. Fue deportado a Guatemala en 1920 y continuó sus estudios en la Universidad San Carlos de Guatemala (USAC).
El espíritu de unidad de clase no nacionalista, lo vemos reflejado en la vida de Farabundo Martí quien, expulsado de su país, llegó a Guatemala y trabajó como obrero y peón, se comprometió con la lucha de los trabajadores hasta que fue denunciado por sus patrones alemanes en las fincas de café y decidió partir a México. En México se relacionó con el movimiento obrero y estudió la revolución de 1910.
En 1925 se fundó en Guatemala el Partido Comunista Centroamericano como seguimiento del movimiento de izquierda que terminó con la dictadura de Estrada Cabrera. Sin embargo, el dictador Jorge Ubico era presidente entonces y aplastó el movimiento que representaba un intento de organización política y de unificación obrera centroamericana. Farabundo Martí tenía el cargo de secretario del exterior. Después de la disolución del PC centroamericano, Martí regresó a El Salvador clandestinamente y trabajó entre 1925 y 1928 con la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador.
En 1928 Martí viajó a Nueva York, Estados Unidos donde la dirección central de la Liga Antiimperialista de la Américas le encargó viajar a Nicaragua como representante ante Augusto César Sandino que dirigía una de las luchas más importantes contra el imperialismo en Centroamérica. Al lado de Sandino alcanzó el grado de coronel del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, fue miembro del Estado Mayor Internacional de Sandino y su Secretario Privado.
En 1930 regresó a El Salvador y fundó el Partido Comunista Salvadoreño que se puso a la cabeza de trabajadores del campo y la ciudad descontentos con el régimen burgués de su país y sus condiciones de vida. La depresión económica estadounidense de 1929 agudizó la crisis económica y con ella la organización de la clase trabajadora. A finales de los años 30 Martí fue deportado nuevamente a Florida en una embarcación con trabajadores que le brindaron su apoyo para volver al Puerto de Corinto en Nicaragua donde huyó en bote a El Salvador en febrero de 1931.
En febrero de 1920, enn una plaza de San Salvador se desarrolla un insólito acto público: una delegación de estudiantes guatemaltecos celebran un encuentro fraternal con estudiantes universitarios salvadoreños al amparo del viejo ideal de la Unión Centroamericana. La causa uninionista de Francisco Morazán, de Gerardo Barrios (de El Salvador) y de Justo Rufino Barrios (de Guatemala), que resurge con renovados bríos, aglutina a estos dos sectores de la juventud cuya patria está dividida en cinco minúsculos Estados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Toman la palabra los estudiantes guatemaltecos. Su fogosidad, a manera de látigo, fustiga implacablemente los lomos de la oscurantista tiranía del licenciado Manuel Estrada Cabrera (el "señor Presidente" de la novela famosa de Miguel Ángel Asturias), quien por ese tiempo lleva en el poder veintiún años ininterrumpidos. Se denuncian sus innumerables crímenes y se le señala con índice acusador como uno de los obstáculos para realizar la unión de Centroamérica.
Estrada Cabrera terminaría la larga noche de su despotismo dentro de poco, arrojado de su presidencia vitalicia en una serie de rápidos acontecimientos que principiarían con su depocisión pacifica y que terminarían con un levantamiento insurreccional. Llegó el turno de los estudiantes salvadoreños, para responder los discursos de sus colegas guatemaltecos. El tema que domina sus intervenciones es de la "dinastía de los Meléndez", nombre con que se conoce el nepotismo que comenzara el 9 de febrero de 1913, cinco días después del asesinato del presidente doctor Manuel Enrique Araujo. Este, en menos de dos años de gobierno, había logrado imprimir un sello progresista a su administración. El nepotismo de los terratenientes Meléndez, que sucediera al doctor Araujo, se prolongaría catorce años de historia de El Salvador, hasta el 28 de Febrero de 1927.
En el momento del encuentro estudiantil, funge como presidente de la república, el señor Jorge Meléndez, quien meses atrás inaugura su gobierno, es el tercero, en orden sucesivo de "la dinastía".
La fuerzas policiales, en actitud de alertas, han sido apostadas en las inmediaciones del lugar donde se realiza el abrazo amistoso. Llegando el instante en que los oídos de sus jefes no pueden resistir más las valientes denuncias de los oradores estudiantiles, ordenan cargar contra "los revoltosos". El choque es violento. La superioridad de las fuerzas policiales, que descargan a diestra y siniestra sus golpes, acaba por imponerse. Veinte estudiantes, más o menos, van a parar a la cárcel. Entre los capturados se encuentra un estudiante de derecho llamado Agustín Farabundo Martí y el líder estudiantil revolucionario José Luis Barrientos. La Asociación de Estudiantes Universitarios pide a diario la libertad de Farabundo Martí.
Las manifestaciones de protesta se desatan casi inmediatamente, viéndose el presidente obligado a poner en libertad a todos los detenidos algunos de los cuales gozaban de elevada posición social. Sólo uno queda en cautiverio. Se trata del combativo estudiante José Luis Barrientos, a quien se le había destinado el confinamiento en una isla semi-desierta del Golfo de Fonseca.
El tratamiento discriminatorio que se le otorga a Barrientos es, propiamente hablando, un acto de venganza personal del presidente. En efecto, José Luis Barrientos había escrito y publicado, hacia pocos días, un panfleto critico contra el señor Carlos Meléndez, quien había ocupado dos veces la presidencia de la república. Cuando el panfleto sale a luz pública, Carlos Meléndez había muerto recientemente en un hospital norteamericano. Su hermano, Jorge Meléndez tomó el ataque de Barrientos como una monstruosa ofensa personal que debía cobrar.
Cuando a Martí se le comunica la decisión de libertarle, con suma indignación protesta e increpa al propio señor Jorge Meléndez, diciendo que todos los detenidos eran responsables de los hechos, si es que a los mismos pudiera calificárseles de infracciones a la ley y que, en consecuencia, a todos se les debía aplicar el mismo tratamiento; añadiendo, en forma rotunda, que no aceptaban salir de las ergástulas carcelarias mientras su amigo Barrientos continuara detenido. Se le responde que su actitud constituye una insolencia imperdonable que lesiona la dignidad del primer magistrado de la nación. A pesar de todo, se le insta a que acepte la libertad. Sin embargo, Martí prosigue la discusión sin cejar en su posición solidaria. Llega una orden presidencial terminante: Agustín Farabundo Martí, junto con José Luis Barrientos, es desterrado violentamente a Guatemala, al exilio por cinco años en donde continúa Martí sus estudios en la Universidad de San Carlos y Barrientos se suma de inmediato al movimiento guatemalteco. Farabundo en Guatemala vive en casa de una hermana quien vive en Guatemala casada con un líder sindical guatemalteco, él ahí estudia y trabaja.
Como simple obrero, jornalero, aprende a compartir el sufrimiento de los explotados. Durante meses desaparecía de las aulas... donde finalmente se le encontraba trabajando en una fabrica de cervezas, como peón en los ingenios de azúcar o como albañil... de esta manera logró experimentar en carne propia la explotación que sufría el pueblo. Cuando Agustín Farabundo Martí y José Luis Barrientos llegan desterrados a Guatemala, la tiranía de los veintidós años del licenciado Manuel Estrada Cabrera, estaba por derrumbarse bajo los golpes de un amplio movimiento en el cual las heroicas acciones armadas del pueblo fueron decisivas.
De este primer exilio que se prolonga desde el año 1920 hasta 1925, son muy fragmentarios los datos en torno a la vida de Martí. Se sabe que rehusó una estancia llena de comodidades que le ofreciera una hermana suya; residente por esa época en la ciudad de Guatemala. Estudiantes salvadoreños que seguían sus carreras en la Universidad de San Carlos de Borromeo de Guatemala, y con los cuales trabó amistad Martí, refieren que éste interrumpía sus largos periodos, que duraban varios meses, desapareciendo de la ciudad sin despedirse de nadie. Sus ausencias no eran ociosas según los datos recabados. Todo hace suponer que ellas obedecían a un plan preconcebido de Martí, consistente en sumergirse, como un ser anónimo, en el torrente de la vida popular. Desempeño los más humildes y variados oficios para ganarse la vida. Fue albañil, peón asalariado en explotaciones agrícolas y profesor privado. De esta forma logró experimentar en carne propia la explotación que sufría el pueblo. Viviendo y conociendo a fondo las necesidades de éste, palpó directamente con sus manos encallecidas y captó su inconforme y agitada conciencia, sin intermediación alguna las miserias, los anhelos, las alegrías y las tristezas de los explotados; y cimentó con argamasa de llanto, sudor y sangre su ilimitado amor y su sólida confianza hacia el pueblo que es en definitiva el que hace la historia. En un país, donde la mayoría de la población es indígena, Martí se compromete con sus luchas e incorpora conocimientos de la lengua vernácula de las comunidades Quiche viviendo entre ellos. sigue su formación y se identifica con los oprimidos y se une a la lucha de los Indios del Quiche. Con vocación revolucionaria, Martí dejo de estudiar derecho para dedicarse en Guatemala a la lucha reinvindicadora. Con el fusil en manos, participó en el derrocamiento del dictador de los 22 años, Lic. Manuel Estrada Cabrera.
El compañero Martí, mostró su centroamericanismo, cuando en 1920-21, los pueblos del Istmo se movilizaron fervorosos en pos de realizar la unidad política de los países del área. "El Negro", como se le llamaba, fue enemigo furibundo del régimen tiránico de los Meléndez-Quiñónez, régimen que lo encarceló y expulsó a Guatemala, lugar donde conoció de cerca la situación también nicaragüense.
El anticomunista guatemalteco Jorge Schlessinger, en su libro "Sucesos del el 1932 en El Salvador", escribe, que mientras otros hablaban de Marxismo en los cafetines, Martí, enseñaba marxismo a los trabajadores.
Siendo denunciado y perseguido por los dueños de las plantaciones de café por su actividad revolucionaria en Guatemala debe partir temporalmente para México, donde se relaciona con el movimiento obrero para luchar contra la opresión capitalista y estudia de cerca la revolución agrarista de 1910. Martí continúa con los contactos en Guatemala y El Salvador.
Después de una de sus largas ausencias, apareció en la ciudad de Guatemala. Había estado en México. La opinión que Martí tenia del movimiento revolucionario mexicano era desfavorable; "desgraciadamente, los obreros de México han sido engañados por la burguesía", expresó más de una vez.
Farabundo invitado regresa a Guatemala en 1925, cuando un grupo de estudiantes fundan en Guatemala el Partido Comunista Centroamericano, y a Martí le toca ocupar el cargo de fundador y secretario del exterior... Este paso fue dado por un grupo de intelectuales residentes en el país por diferentes motivos. A la fundación faltaron los representantes de Nicaragua y Costa Rica. Agustín Farabundo Martí junto con otros salvadoreños, entre los cuales sen contaba Miguel Ángel Vásquez y Moisés Castro y Morales, formaban parte del grupo fundador. Fue en esta época que el ideal de la Unión de Centroamérica tomó un nuevo impulso que posteriormente jamás ha sido recobrado, El viejo ideal de construir la desmembrada Centroamérica, sirvió para aglutinar a grandes sectores populares, no solo de Guatemala, sino que también de los demás países del istmo, en forma militante y combativa. El movimiento unionista, que en Guatemala se caracterizó por el enorme apoyo de masas, fue utilizado para golpear mortalmente a la tiranía de Estrada Cabrera. El 4 de marzo de 1920, la Asamblea Legislativa guatemalteca, emitió un decreto reconociendo la necesidad de la Unión de Centroamérica. Más de 30.000 personas demostraron, en una entusiasta manifestación de simpatía, su apoyo a la medida tomada por el alto cuerpo legislativo. El 9 de abril, en un marco sumamente agitado, la misma Asamblea decide suspender en el poder al tirano Estrada Cabrera y nombra para sucederlo en la presidencia de la república, al diputado Carlos Herrera. El tirano depuesto hizo un intento armado para sostener su régimen, pero la acción del pueblo, que respondió asaltando un fuerte que se tenía por inexpugnable, echó definitivamente por tierra el despotismo que durara veintidós años.
El surgimiento del Partido Comunista Centroamericano se puede considerar la primera manifestación de la clase obrera por lograr su organización política, tuvo su origen en el interés de intelectuales y obreros guatemaltecos en dar continuidad al primer movimiento político de izquierda que se inició en la década de 1920, el cual fue vital para la caída del dictador Manuel Estrada Cabrera. La agitación centroamericana, que buscó apoyo en las masas populares, unida al hecho de la agresión de los "marines" yanquis contra Nicaragua, inspiró, sin duda alguna, la fundación del Partido Comunista Centroamericano. Sin embargo, pocos meses después, y en el mismo año de 1925, el general José Maria Orellana, a la sazón presidente de Guatemala, ordena una represión contra residentes extranjeros. Muchos de éstos, revolucionarios en exilio, son arrestados, expulsándoles posteriormente del país, esto sucede en el 1925. El gobierno dictatorial guatemalteco de Jorge Ubico se encargó de aplastar la organización del PCC y fue disuelto en 1927.
A las seis de la tarde del 30 de enero, se instala el Tribunal Militar que conocerá, en Consejo de Guerra, la causa incoada contra Agustín Farabundo Martí, Alfonso Luna y Mario Zapata. La sala de la Penitenciaria Central, en que se lleva a cabo el juicio, se llena de oficiales del ejército especialmente invitados, "ansiosos de ver cuál seria el fin que tenia este proceso", según crónica periodística.
Casi a las siete de la noche empieza la lectura de las piezas del proceso, la cual termina cuatro horas después, comenzando, a continuación, los debates entre la acusación y la defensa. El Fiscal militar pide "en nombre de la sociedad", "de los numerosos hogares que se encuentran de luto", "en nombre del pueblo", "cuyo prestigio en el exterior se ve decaído" por las "alteraciones del orden", la pena de muerte para los tres procesados.
Martí no quiso defenderse. Cuando habló sólo lo hizo para manifestar que se trataba de un proceso de una clase contra otra clase y, fiel y solidario con sus camaradas hasta el último instante, alegó la inocencia de éstos y proclamó que él era el único responsable de la insurrección a pesar de que con ello no pretendía desconocer la autoridad y dirección del Comité Central del Partido Comunista. Por otra parte, sostiene que si se defendiera estaría justificando su muerte y que, además, no tiene el propósito de echar mano de las leyes a las que ha combatido toda su vida.
A la una de la madrugada del siguiente día, finalizan los alegatos. Seguidamente, el Consejo de Guerra se reúne para deliberar en privado. Durante las horas que ocupan las deliberaciones, los tres enjuiciados observan con calma y dignidad.
A las seis y media de la mañana, se da a conocer el fallo del Consejo de Guerra: Martí, Luna y Zapata son condenados a muerte por fusilación, por los delitos de sedición y rebelión. La lectura del acta es escuchada por los condenados con plena serenidad.
El defensor echa mano del último recurso legal que le queda: apela ante el presidente de la República, general Martínez, en cuyas manos está la decisión final de conmutar la pena capital por otra de menor jerarquía penal. Sin embargo el tirano firma, poco después que le es presentado el recurso, su denegatoria del indulto. En los rostros de los condenados no se trasluce ninguna manifestación de temor frente al fallo definitivo. Una crónica periodística anota que después que termina la notificación Luna expresa: "Martí es como Sócrates, yo reconozco en él a mi maestro y dirigiéndose a Martí, le pregunta: ¿Reconoce usted en mi a su discípulo? Martí, con voz pausada, responde: "Si reconozco en ti a mi discípulo. Ahora vamos a morir juntos los tres". Zapata se mantuvo callado.
Un consejo de guerra presidido por el general Manuel Antonio Castañeda juzgó y condenó a Agustín Farabundo Martí y a los líderes estudiantiles Alfonso Luna Calderón y Mario Zapata a morir fusilados en el Cementerio General de San Salvador, previo traslado desde sus celdas en la Penitenciaría Central.
La noche del 31 de enero, Martí, Luna y Zapata la pasaron, tranquilos, aunque sin dormir. Cuando sonaron las cinco de la mañana del siguiente día, 1 de febrero, recogieron algunos pocos objetos personales y, luego, se pusieron frente a la puerta de la celda esperando su apertura. De Martí y de Luna ningún familiar llegó a despedirse.
Se marca el momento de la conducción de los sentenciados al sitio de ejecución. Estos son introducidos en un coche celular de la policía. La marcha, según apunta una crónica periodística, la abrían carros con oficiales del ejército, seguía un vehículo con los condenados, luego un carro con algunos de la Escuela Militar, después camionetas con guardias nacionales y dos camiones con tropa armada de ametralladoras y, cerrando la columna, más carros con miembros del ejército.
A las siete y cinco desemboca la columna en la explanada situada al norte del Cementerio General. Se forma el cuadro de fusileros que debía ejecutar la sentencia. Vuélvese, por tercera vez a dársele lectura a la sentencia y, terminada, el secretario particular del general Martínez, señor Jacinto Castellanos Rivas, abraza, separadamente a Martí, a Luna y a Zapata. Esta definitiva, como dramática despedida, obedecía a un deseo de los condenados, manifestado al señor Castellanos Rivas, en forma muy íntima. Martí, Luna y Zapata querían que fuera él la última persona a quien abrazaran, y fue en su calidad de amigo, y no como funcionario de Casa Presidencial, que estuvo acompañándolos hasta el último instante.
A las siete y doce minutos se separan las personas que se hallaban acompañando a los condenados a muerte. El último en dejarlos es el sacerdote católico, Pedro Jesús Prieto Villafañe. Contrariamente a como lo informaron algunos diarios de la época, Martí, Luna y Zapata no hicieron confesión religiosa ni ningún acto de constricción.
Martí pide, a nombre de sus compañeros, que no se les vende los ojos, que les fusilen de frente disparándoles al pecho.
En el último instante, y casi a la par de las voces de mando del oficial que dirige el pelotón de fusileros, Martí, con firmeza, empieza un "Viva el Soco..." que así queda, incompleto, porque la descarga de los fusileros lo apaga. Caen abatidos los tres comunistas. Son las siete y cuarto de la mañana. Al contrario de los demás la muerte llega lentamente para el camarada Zapata... Allí cayeron, bajo las balas asesinas del pelotón de fusilamiento, con la dignidad de los héroes revolucionarios.
El 1 de febrero Martí fue ejecutado junto a Luna y Zapata, por un escuadrón del ejército asesino y represivo. Pero Farabundo no murió ese día, hoy vive y será siempre la inspiración y guía de los revolucionarios que buscan la transformación total de El Salvador.
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