Graduada de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Trabaja en el sitio Cubadebate, Círculo de Periodistas contra el Terrorismo Mediático. Colabora contra el Terrorismo Mediático. Colabora con diferentes medios de prensa cubanos y extranjeros. Participó en la realización del documental “Archivo Lidia Doce”, como asistente de dirección.
Los barrios en que suceden los conciertos llevan nombres con solera o recientes, coloquiales o de ingenuo oportunismo, geográficos o descriptivos, y tienen largas historias o testimonian miserias actuales. Contienen una gran diversidad, pero también un buen número de constantes. Una es la magnífica acogida que le han dado todos los barrios a la gira, su participación y entusiasmo en los preparativos, la mezcla de cariño y admiración al trovador y de orgullo de que esté en su barrio, de que sea una gloria y haya decidido ofrecerles su arte y pasar la noche con ellos, el ejercicio del gusto y del saber al pedirle canciones, el ejemplo de educación que dan en una capital en que la urbanidad se bate en retirada.
Los textos del libro recogen un gran número de expresiones de la gente de los barrios ante los conciertos. Podemos conocer sentimientos, opiniones y reflexiones de cubanas y cubanos acerca del hecho artístico que viene a ellos y sus implicaciones -personales y para la comunidad-, acerca de Silvio, de la vida, la cultura, el civismo, la política nacional. El conjunto es una muestra del altísimo nivel de conciencia del pueblo de Cuba, quizás sin igual en el mundo. Y es un llamado a respetar a todos, y a dar voz y tener en cuenta a todos.
“Llevamos mucho tiempo esperándote, ¿cómo te vas a ir ahora?”, le dice al final de un concierto la mujer que hace veinte años dormía siempre a su niño con “el enanito”. En realidad, ellos no sabían que lo esperaban: pero ya lo saben. Estos conciertos y lo que ellos significan los han adelantado en cuanto a identificar mejor y fortalecer su conciencia, ese camino que puede llegar a ser decisivo. La suya no es la idolatría manipulada por los que fabrican modas y opiniones. Ellos saben lo que dicen y le ofrecen lo que tienen. Por eso tantas veces y en tantos lugares le han gritado: “¡este es tu barrio!”. Y una comunidad ha puesto un cartel que dice: “Gracias, Silvio, por enseñarnos a buscar nuestro unicornio azul y que juntos con amor podamos transformar en milagro el barro”.
Se trata de una interacción continuada. El 9 de septiembre, segundo aniversario del primer concierto, la noche del número 36 que no pudo frustrar el gran apagón desde Camagüey hasta Pinar del Río, Silvio le dice a Mónica mientras afina su guitarra a la luz de la linterna de ella: “Nosotros realmente empezamos un poco ciegos, y se nos han ido abriendo los ojos por el camino”. No hay ni luna, solo la pequeña planta para los equipos. Canta y lo escuchan todos en la oscuridad, todos juntos, como en comunión. Mónica escribe: “fue feliz imprudencia, bendita insensatez”. Siempre se aprende.
Dice Silvio: “Los nuevos tiempos también necesitan nuevas voces, nuevos protagonistas. Ahora mismo parece estarse gestando en Cuba algo prometedor. Está en el aire para los que lo perciben, y está siendo traducido en canciones, en arte que, aunque parece nuevo, tiene antecedentes.” Y esas palabras me permiten volver, al final, a mi primer comentario. Aquella pregunta me llevó a una segunda: ¿por qué me piden entonces Mónica y Alejandro que escriba esta nota inicial del libro? Quizás por venir de la generación de los primeros admiradores de Silvio, o por compartir toda la vida su necedad. Me ha hecho feliz situarme donde me toca en este caso, porque al leer a Mónica y ver estas imágenes compruebo que ya se alzan los nuevos, con una sensibilidad, una comprensión de Cuba y una disposición a actuar en consecuencia que por fuerza tendrán que ser nuevos. Hoy Silvio salva, mañana ellos nos salvarán.
Fernando Martínez Heredia